El pastor Greg Willhoit y su esposa, Julie, respondieron al llamado de Dios y se embarcaron en una misión en el extremo norte de Alaska, en el pueblo de Saint Michael. La pareja enfrentó desafíos geográficos, climáticos y culturales. Greg, quien sintió el llamado de Dios a los 12 años, siempre supo que su destino estaba en Alaska. Después de una vida dedicada a la iglesia en Anchorage, se jubiló y aceptó el desafío de pastorear en Saint Michael.
Así, situada en una isla remota, accesible sólo por barco o avión, Saint Michael presenta aislamiento y condiciones climáticas extremas. La pareja se enfrenta al reto de adaptarse a una nueva cultura y a un estilo de vida muy diferente al que están acostumbrados. A pesar de las dificultades, Greg y Julie han visto los frutos de su trabajo, con la iglesia local creciendo y convirtiéndose en un punto de apoyo para la comunidad.
Según Asambleas de Dios , ofrecen actividades para niños, brindan apoyo emocional y espiritual y mantienen una relación cercana con los residentes locales. La pareja está agradecida por el apoyo de la Red Ministerial de Alaska y busca alentar a otros pastores incluso cuando enfrentan desafíos únicos en su ministerio.
Superar las dificultades
Aunque lejos de las comodidades de la ciudad, los Willhoit abrazan su misión con amor y dedicación, seguros de que están donde Dios los ha llamado a estar. Ante obstáculos como el aislamiento, las duras condiciones climáticas y la falta de recursos, perseveran. Los misioneros siguen confiando en la provisión divina y el poder del amor para transformar vidas.
En este sentido, además de su trabajo en la iglesia, el matrimonio se implica en la comunidad local, ofreciendo ayuda práctica y apoyo emocional a los vecinos de Saint Michael. Son conocidos por su generosidad y disposición para ayudar, incluso ante las dificultades.
Por lo tanto, aunque desafiante, el ministerio de los Willhoit es gratificante. Dan testimonio del poder transformador del evangelio y de la gracia de Dios en medio de circunstancias adversas. Para ellos, no se trata sólo de cumplir una misión, sino de compartir el amor de Cristo y marcar una diferencia en la vida de las personas.
En última instancia, con fe y determinación inquebrantables, la pareja continúa sirviendo a Dios y a la comunidad de San Miguel, inspirando a otros con su ejemplo de dedicación y amor por los demás. Para ellos, el camino misionero es un camino de fe, esperanza y amor, donde cada desafío es una oportunidad para que Dios manifieste su poder y provisión.
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