
¿Cuántas veces has oído a alguien decir: “Es un gran tipo, ¿por qué sigue soltero”? O “Ella es un buen partido. ¿Cuándo se casará”? Lo que está implícito detrás de estas afirmaciones es que los grandes hombres y mujeres se casan, los que no son tan buenos se quedan solteros. Para muchos, la soltería les imprime un significado que toca sus propias identidades: están dañados, son de segunda categoría, de alguna manera son menos que los que se casan. En respuesta a este mensaje, las Escrituras nos enseñan que los cristianos solteros no se definen por su soltería sino por su unión con Jesucristo. El celibato, como el matrimonio, es un llamado dado por Dios, no una identidad. La vocación de una persona soltera no le confiere una identidad distinta de la de una persona casada. Sin embargo, transmite un significado diferente. Este significado no comunica un mensaje sobre la persona misma, sino sobre Dios mismo. Comprender el significado que Dios le da al celibato permitirá que las personas solteras experimenten un mayor gozo en su llamado, y quienes les ministren estarán mejor preparados para alentarlos a vivir ese llamado.