
Hace años, conducía por una zona rural del oeste de Tennessee, de camino a una pequeña cabaña en la presa Pickwick, en el norte de Mississippi, donde me hospedaba unos días para escribir. Tenía muchas cosas en mi cabeza. Tenía que tomar decisiones importantes, decisiones que darían forma a todo mi camino futuro. Pero mi verdadero problema en ese momento no era mi futuro, sino el camino en el que me encontraba. Yo estaba perdido.
En cada curva del camino, sentía que me internaba más en el bosque y me alejaba de cualquier punto de referencia. Esto fue mucho antes de la tecnología GPS y, aunque fuera hoy, no me ayudaría mucho, ya que mi teléfono no tenía señal. Tomé la primera entrada que vi para intentar que mi teléfono funcionara y poder hablar con alguien que pudiera sacarme de ese lugar. Sólo después de unos momentos me di cuenta de que estaba en el cementerio de una iglesia y que mi teléfono era sólo otro objeto muerto allí.