Sinceramente, esto no debería ser tan difícil.
Pero a menudo se lo ponemos realmente difícil a la mayoría de los “no pertenecientes a la iglesia” o “visitantes” que entran por las puertas de la iglesia. Su condición de “por supuesto que no es de los nuestros” es indiscutible desde el momento en que son recibidos por un equipo demasiado entusiasta de porristas torpes que los invitan al lugar más feliz de la tierra, o por un grupo de personas asustadas, rogando a Dios que no lo hagan. Tienes que hacer contacto visual con los recién llegados.
La razón por la que comencé de esta manera es porque el viaje del no creyente a su iglesia a menudo comienza de esta manera.
Entonces, ¿qué podemos hacer para ayudar a los de afuera a sentirse bienvenidos, sin convertir la iglesia en una mesa donde cada uno se sirve lo que quiere o en un restaurante evangélico de autoservicio? En otras palabras, ¿cómo podemos hacer comprensible el Evangelio a quienes tienen poca o ninguna relación con él? Mi sugerencia es simplemente ésta: debemos utilizar la hospitalidad del Evangelio para presentar una invitación a la realidad del Evangelio.
La hospitalidad del evangelio
“Confort” no siempre tiene que ser una maldita palabra de ocho letras dentro de la iglesia. El primer pensamiento que probablemente le viene a la mente a una persona cuando entra a una iglesia es “¿Me sentiré cómodo aquí?” Es una pregunta válida. Aquí hay dos maneras sencillas de demostrar la hospitalidad del Evangelio en la iglesia.
Sé amable.
La mayoría de los visitantes no tendrán ningún problema con los cristianos que sean genuinamente amigables y amables con ellos. Es una tragedia que tantas iglesias tengan problemas en esta área. Me di cuenta de que, en realidad, es necesario enseñar la bondad.
En nuestra iglesia tenemos una diaconisa de hospitalidad llamada Jillian que enseña a nuestra gente a ser amigable. Nunca debemos dar por sentado que la gente sabe ser amigable. Los miembros de la iglesia deben saber que demostrar el amor de Cristo comienza con tener un interés genuino y hospitalario en las personas que Dios nos trae.
Sea útil.
Entrar a una nueva iglesia puede resultar desconcertante. Independientemente del tamaño de su edificio, para un extraño puede parecer aterrador y espantoso. Parte de ser amigable es responder preguntas que las personas puedan tener pero que duden en hacer. Si estás en un espacio de reunión donde el flujo no es tan obvio, asegúrate de que las personas sepan quién eres, adónde deben ir y que estás dispuesto a responder cualquier pregunta que puedan tener. Son cosas básicas, lo sé, pero no puedo contar la cantidad de iglesias que conozco que hacen que los recién llegados se sientan como si hubieran entrado en un laberinto.
Cuando una persona es bien ayudada, con hospitalidad amable, servicial y evangélica, recibe una invitación implícita a escuchar la inquietante realidad del Evangelio.
¿Cuáles son algunas formas de hacer esto? Aquí hay tres.
1. Reconocer a los visitantes
“Compórtense sabiamente con los de afuera; aprovechar las oportunidades”. (Cl 4.5)
Ya sea que esto se haga al principio, al final o durante el servicio, reconozca respetuosamente a aquellos que vinieron y no se consideran seguidores de Cristo. Lejos de ser excluyente, esto comunica que las personas con diversidad de creencias, perspectivas y visiones del mundo tienen un lugar valioso en los bancos de su iglesia. Es una oportunidad para romper algunos de los estereotipos perpetuados por los pastores que “hablan” a los perdidos. En cambio, podemos hablar favorablemente de la Gracia de Cristo a aquellos que viven en ausencia de Su favor.
2. Evite el idioma materno
“Que tu palabra sea siempre agradable[…]”. (Cl 4.6)
No quiero decir que uno deba evitar el uso de palabras como propiciación, justificación o santificación. Explique bien estos términos, ya que comunican la Gracia de Cristo. Hablo de evitar el uso de un lenguaje que sea familiar para quienes están en casa, pero que haga que alguien se sienta como si acabara de ingresar a un club exclusivo, donde las contraseñas secretas y los apretones de manos exclusivos son normas a seguir.
Evite el uso de acrónimos y apodos lindos para ministerios y eventos que hagan imposible que cualquiera que asista a un servicio dominical por primera vez sepa de qué está hablando.
3. Acepta la locura
“Ciertamente la palabra de la cruz es necedad para los que se pierden, pero para nosotros los salvos es poder de Dios”. (1 Cor 1,18)
Pablo nos dice que el mensaje de la cruz es una locura para aquellos que no han sido salvos por ella. Si esto es cierto, este es un mensaje que no necesita adornos. No puede ser. Sí, debe ser claro y convincente, pero debe ser predicado por hombres que no teman el carácter condenatorio de su contenido. Un evangelio impulsado por el consuelo no logra articular el alarmante malestar de un Cristo sufriente. Esto es lo que Pablo dice que debe entenderse cada vez que un predicador abre la boca.
No existen trucos ni trucos para garantizar que los visitantes se sientan automáticamente bienvenidos en su iglesia, aunque muchas iglesias hacen cosas tontas y vergonzosas para vender al mundo un producto que nunca fue parte de lo que la iglesia necesita proclamar. Sabemos que cuando el Evangelio se practica hospitalariamente y se predica con humildad, el Espíritu se complace en salvar a muchos que están pereciendo y llevarlos a la comunidad del Hijo comprada con sangre.
Traducido por Abner Arrais.
Ronnie Martin es fundador y pastor principal de Substance Church (EFCA) y autor de "Stop Your Complaining " . Puedes seguirlo en Twitter .
fuente https://coalizaopeloevangelho.org/article/3-maneiras-de-ajudar-os-visitantes-se-sentirem-bem-vindos-em-sua-igreja/