Este mes, me uniré a Nicholas Kristof del New York Times y John Inazu de la Facultad de Derecho de la Universidad de Washington para discutir “Civilidad en la plaza pública”. Este hilo podría interpretarse como nada más que un llamado a que las personas sean más amables entre sí. Sin embargo, espero que sea una introducción para muchos a un proyecto mucho más crucial y ambicioso.
Se puede argumentar que Estados Unidos nunca ha sido realmente una sociedad libre, genuinamente pluralista y con perspectivas diversas. Nunca hemos sido un lugar donde personas que discrepan profundamente, cuyos puntos de vista ofenden e indignan a otros, todavía se tratan con respeto y se escuchan unos a otros. Quienes sostienen las riendas del poder cultural, es decir, los centros académicos más grandes, las corporaciones más poderosas y los medios de comunicación, a menudo excluyeron las voces impopulares y las opiniones minoritarias, que estaban en el lado equivocado de la moral pública en ese momento. En las décadas de 1980 y 1990, muchos cristianos evangélicos blancos querían ocupar estos lugares de poder y mostraron poca preocupación en ese momento por crear una sociedad que respetara a las comunidades con puntos de vista morales muy diferentes.
Hoy en día, el poder cultural ha cambiado, pero al igual que las elites culturales del pasado, los nuevos en el poder parecen mostrar poco interés en el pluralismo genuino. Los observadores sostienen que incluso las diferentes perspectivas y puntos de vista son tratados con menos respeto y cortesía que en décadas anteriores. El objetivo pasó a ser marginar y silenciar, en lugar de buscar compromiso.
Tolerancia, Humildad y Paciencia
Entonces, ¿qué se necesitaría para crear una sociedad genuinamente pluralista? Esto no comenzará en los tribunales (aunque los tribunales son importantes), sino principalmente en los barrios y a nivel local. De hecho, el nuevo libro de Inazu, Confident Pluralism: Surviving and Thriving Through Deep Difference (Universidad de Chicago, 2016) muestra el camino. Nos pide que nos unamos a nuestros vecinos en torno a lo que él llama “aspiraciones” de tolerancia, humildad y paciencia.
La tolerancia no es ni indiferencia (podemos sentirnos horrorizados por las opiniones de la otra persona) ni aceptación. Significa tratar a otra persona con respeto incluso si sus ideas nos resultan difíciles de soportar.
Humildad, por tanto, no es dudar de la verdad de nuestras propias creencias, sino reconocer los límites de lo que podemos demostrar a los demás. Incluso si las opiniones cristianas, musulmanas o seculares sobre el mundo y la moral son verdaderas, no hay manera de demostrarlas a todas las personas racionales. Y esto debería hacernos humildes.
Finalmente, la paciencia no significa pasividad, ni tampoco una excusa para tolerar la injusticia o el mal. Sin embargo, si hay tolerancia y humildad, entonces deberíamos tardar en postular razones. Además, debemos ser cuidadosos y persistentes en nuestros esfuerzos por comprenderlos e identificarnos con ellos, e invertir el tiempo necesario para comunicar nuestro propio punto de vista.
En resumen, debemos tolerar en lugar de demonizar, debemos ser humildes en lugar de estar a la defensiva y debemos buscar pacientemente trabajar lo más posible para llegar a un acuerdo en lugar de simplemente tratar de coaccionar a la otra parte.
¿Puedes tener éxito?
Hay muchas buenas razones para preguntar si este proyecto de “pluralismo seguro” puede tener éxito. La crítica más importante es que nuestras instituciones sociales ya no pueden producir estas aspiraciones, tradicionalmente llamadas “virtudes” o cualidades de carácter. En realidad, nuestra cultura parece crear sus opuestos. La tolerancia y la paciencia ahora se consideran inferiores a la indignación, las protestas y la ira. Como antaño, vuelve a valorarse mucho más la autoafirmación que la humildad. Nuestra sociedad se está volviendo radicalmente individualista y la autoridad religiosa se percibe como una de las principales barreras a la libertad y el florecimiento humanos.
Hay otra barrera. La interacción cara a cara (no videoconferencias, correos electrónicos, llamadas telefónicas o redes sociales) es la mejor manera de recuperar y practicar estas aspiraciones. Es mucho más difícil caricaturizar, insultar y denunciar a las personas como tontos malvados cuando estamos a un metro de distancia. Pero hoy nuestras relaciones son cada vez menos cara a cara.
Avanzando
¿Existe, sin embargo, alguna esperanza de que podamos avanzar hacia un pluralismo genuino? No lo sé, pero sé lo que los cristianos pueden hacer.
Primero, los cristianos pueden admitir su contribución y responsabilidad por la situación actual. Gran parte de la hostilidad hacia la libertad religiosa proviene de personas que recuerdan cómo las iglesias, cuando tenían más poder social, marginaban a las personas que diferían de ellas. Debemos admitir este problema.
En segundo lugar, debemos seguir la propuesta de James KA Smith en su reciente charla titulada “Reformar la teología pública”. Dice que los cristianos debemos buscar conscientemente formar personas capaces de tolerancia, humildad y paciencia, y debemos hacerlo a través del culto público. Debemos considerar cómo la práctica cristiana de la confesión puede generar humildad. Debemos recordar que orar en adoración por nuestros vecinos (e incluso por nuestros adversarios), a la luz de la cruz y del costoso perdón de Jesús por nosotros, puede generar tolerancia y paciencia. También hay innumerables textos bíblicos para predicar y estudiar, desde los que describen la vida de los judíos exiliados en Babilonia hasta la parábola del buen samaritano. Todos instan a los cristianos a demostrar amor sacrificial, no sólo tolerancia, hacia aquellos con quienes discrepamos profundamente. Smith concluye:
Reconocer (y documentar) la forma en que el culto cristiano forma ciudadanos para el pluralismo puede ser una forma de contrarrestar la narrativa de que “la religión es veneno” con otra narrativa, mostrando que, de hecho, es el cristianismo (y quizás las comunidades religiosas en general) lo que hacen. la labor de formar ciudadanos para la vida común y el bien público.
Creo que esto es completamente correcto. ¿Podría la iglesia cristiana convertirse en una, o incluso en la principal fábrica, donde se formen buenos ciudadanos para una sociedad pluralista? Sí puede. ¿Quién hubiera pensado en eso?
Nota del editor: este artículo apareció originalmente en Redeemer Report.
Traducido por Marq.
Tim Keller (MDiV, Seminario Teológico Gordon-Conwell; DMin, Seminario Teológico de Westminster) fue el fundador de la Iglesia Presbiteriana Redeemer (PCA) en Manhattan, es presidente de Redeemer City to City y fundador del ministerio The Gospel Coalition. Es autor de numerosos libros, entre ellos La fe en la era del escepticismo. Él y su esposa, Kathy, tienen tres hijos.
FUENTE https://coalizaopeloevangelho.org/article/como-restaurar-a-civilidade-na-praca-publica/