Recibí mi lista por la mañana y comencé mi día. Entré a la habitación de mi primer paciente. Pesa menos de un kilo y medio. El anillo de bodas de su padre podría rodearle el muslo. Tiene más tubos, cables y sondas que días en la tierra. La observé y noté que su caja torácica se retraía, esforzándose por respirar. Es prematura y frágil, no está preparada para la vida fuera del útero. Utilicé mis manos para proporcionar sujeción y flexión. La reposicioné suavemente para que estuviera más cómoda. Masajeé sus músculos, ya contraídos por la tensión, el uso excesivo y el estrés de la lucha por sobrevivir.
Sus padres entraron en la habitación, con ojeras llenas de preguntas: ¿qué les depara el futuro? ¿Sobrevivirá nuestra hija? Todavía no habían podido sostener a su bebé; les dijeron que estaba muy enferma. Me miraron buscando respuestas. Los ayudé a celebrar a su hija y les enseñé cómo abrazarla y ayudarla a conservar calorías para usarlas en su crecimiento y desarrollo.
Luego pasé a mi siguiente paciente: un adolescente que se sometió a una cirugía cerebral debido a epilepsia. Le habían extirpado parte de su cerebro, con la esperanza de eliminar, o al menos reducir, sus convulsiones. Su cirugía la dejó hemipléjica, incapaz de usar su lado izquierdo. Estaba desanimada porque las tareas simples, como ir al baño o vestirse, ahora requieren mucha atención y tiempo. Quería hacerla sentir como una adolescente normal. Cogí varios botes de esmalte de uñas y practicamos tareas de coordinación, haciendo algo familiar e importante para ella.
Luego volví a la UCI Neonatal, por un niño que nació cerca de su fecha de parto, pero cuya madre consumió drogas durante el embarazo. Este hombrecito está sudoroso, tenso, temblando y sufriendo abstinencia. Está tomando morfina pero todavía siente dolor. No puede articularse para succionar adecuadamente. No puedo calmarme. Lo ayudé a relajarse, aliviar sus temblores de desintoxicación, estirar sus músculos sobrecargados. Le enseñé a tu madre métodos para apaciguarlo mientras lo desintoxican.
Y estos fueron sólo mis primeros tres pacientes.
Organizo vías cerebrales para ganarme la vida. Y curo huesos. Y estiro los músculos. Y calmo miedos.
Y bromeo; La mayor parte del tiempo bromeo.
Amor, a pesar del 'potencial de rehabilitación'
Soy terapeuta ocupacional pediátrica y ayudo a bebés y niños a crecer, jugar, desarrollarse y alcanzar su mayor potencial en la vida. Ayudo a los pacientes a hacer todo lo que sea importante y apropiado para su edad, desde controlar la cabeza hasta conducir de forma segura. Veo familias que luchan con arreglos difíciles todos los días. En medio de la crisis, puedo brindar dignidad, diversión, sanación y esperanza. Mi trabajo es un ministerio.
Mucha gente no respeta mi trabajo. No prescribo, no administro medicamentos ni realizo exámenes radiológicos, que es algo que el paciente venía a menudo al hospital a buscar. Pero trato de crear un contrapeso a los procedimientos médicos invasivos que deben soportar mis pacientes: extracciones de sangre y biopsias, inyecciones y sedaciones. Intento brindar un ambiente divertido y seguro durante mis sesiones para que mis pacientes puedan olvidarse de su diagnóstico por unos minutos y ser simplemente niños.
Con demasiada frecuencia, la visión comercial de la facturación y el reembolso médicos favorece a los pacientes con una lesión aguda, como un hueso roto o una enfermedad curable, del tipo que puede curarse con rehabilitación o recuperación a corto plazo. Pero también me siento llamado así por aquellos que padecen enfermedades crónicas, aquellos que nunca tendrán un desarrollo normal; aquellos que muchas veces son ignorados. Veo a cada niño como hecho a imagen de Dios y, por lo tanto, valioso y merecedor de respeto y dignidad.
Dios no equipara el valor humano con una suma de talentos. Él nos amó cuando todavía éramos pecadores y proporcionó la redención aunque no la merecíamos, y todavía no la merecemos. Jesús a menudo sanaba a quienes padecían enfermedades crónicas y se veían obligados a aislarse. Vio sus necesidades y escuchó sus historias. Les dio sanidad y esperanza. Puedo seguir su ejemplo y tratar a todos los pacientes con respeto, independientemente de su "potencial de rehabilitación".
Así que cuando llegué al final de mi día, para estirar a mi amiguita, una dulce niña de 9 años que no puede hablar, que siempre estará en silla de ruedas y que tiene intensas dificultades para controlar sus movimientos, me estiro con mucho cariño. Desde el punto de vista biomecánico estoy previniendo contracturas; pero desde una perspectiva teológica, estoy afirmando que ella está hecha a imagen de Dios y digna de lo mejor de mí.
Soy terapeuta ocupacional pediátrica y juego para la gloria de Dios.
Nota del editor: esta historia fue enviada a TGCW14 y está incluida, junto con otras 74 editadas por Bethany Jenkins, directora de Every Square Inch de TGC, en la Nueva Biblia de estudio y trabajo NVI Fe y Trabajo, versión NVI] (Zondervan) editada por David Kim, director del Centro para Fe y Trabajo, de la Iglesia Presbiteriana Redeemer en Nueva York, EE.UU. También incluye un prólogo de Tim Keller y artículos de Nancy Ortburg, Jon Tyson y Richard Mouw.
Traducido por Marq.
Kelly Mott * trabaja como terapeuta ocupacional en unidades de cuidados intensivos neonatales y pediátricos. Se graduó con una Maestría en Teología del Seminario Teológico Reformado y cree que todas las personas están hechas a imagen de Dios y merecen cuidado y dignidad. Actualmente está cursando un doctorado en Terapia Ocupacional para atender mejor a sus pacientes en el futuro. [*Nota: Debido a la naturaleza delicada de su ocupación, “Kelly Mott” es un seudónimo.]
FUENTE https://coalizaopeloevangelho.org/article/eles-sao-mais-do-que-seu-potencial-de-reabilitacao/