
El conflicto que no ha dejado de intensificarse en los últimos meses ha convertido la Franja de Gaza en el lugar más peligroso del mundo para la infancia.
Todos los niños y niñas de Gaza se han visto expuestos a situaciones profundamente dolorosas y han sido testigos de horrores que ningún niño debería presenciar. Se calcula que hay alrededor de 1,7 millones de desplazados internos debido a la guerra, y la mitad de esas personas son niños y niñas. Las familias que buscan desesperadamente un refugio se están viendo obligadas a desplazarse hacia zonas muy pequeñas y superpobladas que carecen de servicios adecuados de agua, y donde tampoco es fácil encontrar alimentos ni protección. Durante el invierno, las precipitaciones han inundado las tiendas de campaña y otros refugios, y en algunas zonas han creado ríos de residuos. Los pocos alimentos disponibles no son suficientes para satisfacer las necesidades nutricionales de la infancia y, como consecuencia, miles de niños y niñas padecen enfermedades y malnutrición.
Las repercusiones de esta violencia perdurarán y seguirán afectando a las siguientes generaciones: por ejemplo, a niños como Mohammed, que se ha quedado sin hogar a causa del conflicto.
También seguirán afectando a Aya, que ahora vive en un refugio dentro de las instalaciones de la Universidad Al-Aqsa en la Franja de Gaza.
Aya recuerda que antes de la escalada de violencia, le gustaba pasar tiempo con sus amigos. “De repente, estalló la guerra”, explica. A ella y a su familia les dijeron que debían marcharse de su hogar, y se vieron obligados a dormir en la calle.
“No teníamos mantas ni colchones. Todo lo que ven aquí se lo hemos pedido prestado a otras familias también refugiadas. Aquí, todo el mundo comparte las mantas y los colchones… Cada colchón y cada manta son para dos personas”, explica Aya. “Cuando no tengo nada que hacer, me deprime pasar el tiempo sentada y sola. A veces ayudo a mi madre y después vuelvo a quedarme sentada en el colchón”.
Sin embargo, pese a la inmensa magnitud de las dificultades a las que ahora mismo debe enfrentarse a diario, Aya sigue creyendo que llegará un futuro mejor. “Voy a volver a casa, voy a esforzarme mucho y después intentaré irme a estudiar fuera. Todavía no sé lo que quiero hacer; lo decidiré cuando termine la guerra”.
Kareem también sueña con regresar un día a su hogar, pero, por el momento, vive con el temor constante de perder a su familia.
Aunque la vivienda familiar quedó destruida durante los bombardeos, Kareem espera poder volver pronto a casa y jugar al fútbol.
Hadeel también conoce la incertidumbre y la angustia que implica perder un hogar.
La familia de Hadeel se vio obligada a evacuar su casa en la ciudad de Gaza al principio de la guerra. Al llegar a la ciudad de Rafah, la familia no tenía adonde ir y tuvo que dormir en la calle. Unos días después, conocieron a un pescador de la zona que los llevó a un muelle con un lugar para refugiarse.
“Espero que la guerra termine y poder venir con mi familia el próximo verano a disfrutar del mar y a relajarnos en la playa”, dice Hadeel.
Hanadi, la madre de Hadeel, habla de lo preocupada que está por sus hijos.
“No tenemos baño ni productos de higiene básicos. Hago todo lo que puedo para que mis hijos estén aseados, pero me resulta muy difícil”, explica Hanadi, antes de añadir que ahora la familia tiene que lavarse en el mar.
Mays solía ir mucho al mar cuando vivía cerca de la playa en Jabalia. “Iba todas las mañanas”, relata Mays. “Pasaba tiempo en la orilla, mirando las olas. Era lo que más me gustaba hacer. También me encantaba utilizar el teléfono, hablar con mis amigos y jugar”.
Mays vive en un refugio situado en la zona industrial de Khan Yunis, en el sur de Gaza. Usa silla de ruedas por una herida en la pierna.
“Ahora, no es mucho lo que hago. Hablar con mis amigos es la manera de mantener el ánimo. No hay espacio para hacer nada más”.
La simple búsqueda de un refugio en medio de tanta destrucción provoca el agotamiento físico y emocional de muchas familias desplazadas. La interrupción de las comunicaciones, el desarraigo de comunidades enteras, las carreteras y edificios dañados o destruidos y las municiones sin detonar forman una combinación de factores que llenan de peligros los desplazamientos de esas familias y las obligan a enfrentarse a un estrés prácticamente inconcebible.
Seba, madre de dos niñas pequeñas, cuenta que tenía una hermosa casa con flores en el pueblo de Khuza’a, cerca de la ciudad de Khan Yunis, en el sur de Gaza. “Al estallar la guerra me vi obligada a abandonar mi hogar a causa de los bombardeos y la destrucción, y por la falta de agua y alimentos en la zona donde vivía”, relata.
Seba se dirigió a uno de los refugios de la ciudad de Khan Yunis. “Fuimos a la escuela. Allí estuvimos dos semanas, pero las condiciones de hacinamiento y la falta de higiene eran muy peligrosas para mis hijas, que padecen continuamente diarrea y fiebre”.
Los riesgos para la salud de la infancia son cada vez mayores. La falta de agua potable y saneamiento impide a los niños y niñas desplazados y sus familias mantener los niveles de higiene necesarios para evitar enfermedades. Los casos de diarrea se han disparado entre los menores de cinco años.
En este contexto, los pocos hospitales en funcionamiento se centran en atender al elevado número de pacientes heridos en el conflicto, lo cual les impide tratar adecuadamente los brotes de enfermedades.
Desde el inicio del conflicto actual, UNICEF ha estado llevando a la Franja de Gaza suministros vitales como vacunas, material médico, kits de higiene y suplementos nutritivos. UNICEF también está proporcionando tiendas de campaña, lonas, mantas y ropa de invierno a la población desplazada, así como servicios de apoyo psicosocial. Para hacer frente al deterioro de los servicios de saneamiento que sufren los desplazados internos en los refugios superpoblados, UNICEF y sus aliados han construido 70 instalaciones de saneamiento en Khan Yunis y Rafah.
Pero esa labor, que además se ve dificultada por los importantes problemas de acceso, no es suficiente. UNICEF necesita un acceso seguro y estable para llegar a los niños y niñas más vulnerables, entre los que se encuentran los cientos de miles de desplazados. Esos niños y niñas necesitan un alto al fuego humanitario y duradero, y lo necesitan ya.
fuente https://www.unicef.org/es/historias/infancia-desplazada-en-gaza