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Joo Min* nació y creció en Corea del Norte. Durante su infancia, la comida, la ropa y la vivienda eran proporcionadas por el gobierno de Kim Il-sung. En esa época era difícil encontrar suficiente comida, pero la familia luchaba por sobrevivir. En la escuela, aprendió sobre disciplina y que vivía en el mejor país del mundo. También conoció a los enemigos de su nación, descubriendo que Corea del Sur era un títere de Estados Unidos, el país más débil de todos. “Aprendí a mantenerme lejos de la Biblia y de los misioneros, que eran como lobos disfrazados de ovejas”, recuerda. Sus libros escolares relataban historias de misioneros que eran espías estadounidenses enviados para secuestrar niños y venderlos como esclavos.
En los años 90, comenzó la “Marcha Ardiente” en Corea del Norte, un llamado a la solidaridad que se convirtió en una hambruna masiva. Se estima que más de tres millones de personas murieron por la falta de comida y suministros básicos. Joo Min y su familia luchaban por encontrar alimentos, y el dolor del hambre se convirtió en parte de su día a día. Las cosas empeoraron cuando su madre falleció y su padre comenzó a beber en exceso. “Cuando era joven, el alcoholismo de mi padre lo volvía violento. Vivía en constante miedo”, relata.
La situación se tornó aún más difícil cuando su padre trajo a su nueva pareja y a los dos hijos de ella a vivir con ellos. Cuando Joo Min percibía señales de ira provocadas por el alcohol, intentaba salir de casa. Si no podía, sufría agresiones. Su padre comenzó a culparla de la falta de comida, ya que su alcoholismo le impedía proveer lo necesario para alimentar a la familia. “Durante esos años turbulentos, la falta de comida era una preocupación constante. Mi padre dijo que yo debía mantener a nuestra familia, lo que era una carga pesada sobre mis hombros”, rememora.
Cuando las cosas llegaron a un punto crítico, su única opción fue huir a un país donde pudiera conseguir dinero y alimentos. “Impulsada por la necesidad, crucé la frontera en busca de trabajo”, cuenta. Así fue como llegó a la orilla del río, esquivando la patrulla fronteriza. Una vez al otro lado, estaba decidida a encontrar provisiones para su familia.
En busca de ayuda
Si era detenida, sería obligada a regresar, enfrentando prisión. La situación es aún peor si la persona que huye tiene contacto con cristianos. Los norcoreanos capturados son interrogados directamente sobre esto, y las consecuencias son severas para quienes han escuchado sobre Jesús. Open Doors tiene casas seguras cerca de la frontera con Corea del Norte, lugares de refugio y apoyo donde los norcoreanos reciben provisiones básicas y escuchan el evangelio. Allí, se les brinda instrucción espiritual y ayuda con necesidades esenciales.
Cuando Joo Min cruzó la frontera, no sabía bien qué hacer. Entonces encontró a un colaborador de campo de Open Doors, quien le ofreció ayuda. Él la llevó a una casa segura, donde recibió comida y atención médica, además de encontrarse con otros refugiados norcoreanos. Después consiguió un trabajo para enviar ayuda a su familia y continuó asistiendo a la casa segura para recibir apoyo y tener comunión con otros norcoreanos. “En la casa segura escuché el evangelio por primera vez”, recuerda. Al principio, no estaba interesada en el cristianismo, pues sabía que, si era deportada, enfrentaría severas consecuencias.
Sin embargo, notó algo diferente en las personas que conoció en la casa segura. No eran sádicas ni como los misioneros que describían sus libros. Eran amables, amorosas y la ayudaron sin pedir nada a cambio. Poco a poco, el corazón de Joo Min se ablandó mientras aprendía sobre Jesús. “A pesar de lo que aprendí, acepté a Jesús como mi Salvador. Comencé a participar en estudios bíblicos y entrenamientos semanales”, relata.
Libre de la carga
Aunque su fe había crecido, nunca mencionaba a su padre ni lo que dejó atrás en Corea del Norte. “Durante un entrenamiento, finalmente saqué todo a la luz. Admití que no había perdonado a mi padre. Al aprender sobre la Biblia, supe que necesitaba perdonarlo. Sentí que un peso se quitaba de mis hombros y quise orar por él”, comparte. Su vida cambió nuevamente. Su fe en Jesús se volvió preciosa, y ahora estaba libre de la carga del odio que llevaba en su corazón por tantos años.
Joo Min decidió bautizarse y abrazó su identidad como hija de Dios. También decidió contarle a su padre y a su familia sobre Jesús. Pero el Señor tenía otro plan, uno que la pondría en peligro. Después de años de entrenamiento y discipulado, Joo Min sintió al Espíritu Santo decir: “Vuelve a Corea del Norte”. “Me sentí llamada a compartir todo lo que aprendí con otros cristianos secretos en Corea del Norte, mi tierra natal. Así que tomé la decisión de cruzar nuevamente el río”, cuenta.
Joo Min regresó a la frontera, y esta vez sabía que la decisión era aún mayor que la primera. Esta vez no era por necesidad, sino porque su vida había sido transformada al encontrar la esperanza y el amor de Jesús. Ahora vive en Corea del Norte, donde lidera una iglesia secreta.
Open Doors estima que hay alrededor de 400,000 cristianos en Corea del Norte. Todos enfrentan el riesgo de ser arrestados o asesinados. Joo Min sabe lo que podría suceder si la descubren. “Si me atrapan, podría terminar en un campo de trabajo forzado, pagando un alto precio por ser cristiana”, dice. Aun así, por el poder del Espíritu Santo, continúa con su ministerio, confiando en que Dios puede ofrecer paz y esperanza a los norcoreanos.
*Nombre cambiado por seguridad. La historia de Joo Min fue creada a partir de dos historias reales de cristianos norcoreanos. Los detalles específicos fueron modificados y combinados para proteger las identidades, ya que las personas reales viven y ministran en Corea del Norte.
fuenhte https://puertasabiertasal.org/cristianos-perseguidos-noticias/cristiana-norcoreana-decide-regresar-a-su-pais