
En un día oscuro entre semana, Zahra*, una cristiana y líder del ministerio de mujeres en Yemen, recibió una llamada con un mensaje devastador: “Anis* ha sido asesinado”. Anis era su hermano en la fe, con quien visitaba a personas y organizaba reuniones para hablar de Jesús. “Amo mi ministerio. Solía hablar con mujeres y jóvenes mientras Anis se encargaba de los hombres. Fue un tiempo fructífero en el que Dios obró a través de nosotros. Sin embargo, cuando los extremistas tomaron nuestra ciudad, Anis empezó a recibir constantes amenazas: ‘Eres un infiel, te vamos a matar’”, relata la cristiana.
Para Zahra y sus compañeros de ministerio, estas amenazas no eran algo nuevo, ya que Yemen es el tercer país más peligroso del mundo para los seguidores de Cristo. Sin embargo, esta vez, Anis tuvo un mal presentimiento. “Los extremistas sabían de nuestra fe, y sus intentos por detenernos eran inevitables. Una vez, Anis y yo caminábamos por la calle con su hijo. Ese día, Anis recibió varios mensajes de texto que decían: ‘Queremos matarte hoy, pero vimos que estabas con otras personas. No queremos hacerles daño, pero iremos por ti’”, cuenta Zahra.
Anis compartió su preocupación con Zahra, pero ella no le dio mayor importancia. “Leí los mensajes como si fueran una amenaza más, como tantas otras que habíamos recibido antes. Pero esta vez, hablaban en serio y estaban planeando asesinarlo”, explica. Una semana después, al mediodía, los extremistas cumplieron su amenaza y asesinaron a Anis frente a sus hijos. Zahra recibió la noticia a través del teléfono: “Anis* ha sido asesinado”. “Quedé en shock. No podía creerlo. Fue un momento muy difícil para mí. Me perseguían las palabras de los mensajes que él me había mostrado una semana antes. Estaba aterrorizada. No le creí cuando me mostró los mensajes, pero ahora todo era diferente. ¿Y si yo era la siguiente?”, recuerda.
Lágrimas y duelo
Anis había pedido a Zahra que cuidara de su familia si las amenazas llegaban a cumplirse. “Quiero que cuides de mi esposa, Rania*, y de mis hijos. Ella no podrá afrontar esto sola”, le dijo. Zahra intentó tranquilizarlo asegurándole que nada le pasaría. Ahora, con lágrimas en los ojos, confiesa: “Lo mataron por ser cristiano”. En ese momento, Zahra no pudo ayudar a la familia de Anis. Primero, necesitaba procesar su propio dolor. “Nunca antes había necesitado tanto a Dios”, explica.
Zahra se tomó un tiempo para llorar y orar. Sin embargo, después de algunas semanas, sintió la necesidad de cumplir la promesa que le hizo a Anis. “Debía estar presente para su esposa y sus hijos. No podía seguir escondiéndome y ahogándome en la tristeza”, dice. Zahra visitó a la familia de Anis, que no era cristiana. “Rania estaba devastada. De la noche a la mañana, se convirtió en viuda y madre soltera de dos niños. Necesitaba hablarle de Jesús. Solo Él podía ayudarla”, explica.
Los hijos de Anis también estaban traumatizados. Zahra recuerda los días posteriores a su muerte: “El mayor me dijo: ‘Si mi padre no hubiera sido cristiano, seguiría vivo’. Cada vez que veían a alguien con un arma en la calle, señalaban y decían: ‘Ese hombre mató a Baba. Él lo mató’”. Zahra hizo todo lo posible por estar cerca de ellos y fortalecerlos en oración. Sin embargo, siempre supo que ella también podía ser la próxima víctima, simplemente por ser cristiana en Yemen. “Vivimos entre lobos y lo sabemos. Yo elegí este camino y sé las pruebas que conlleva. Jesús cargó con mi dolor, sufrimiento y culpa. Ahora, es mi turno de llevar la cruz”, concluye Zahra.
*Nombres cambiados por seguridad.
fuente https://puertasabiertasal.org/cristianos-perseguidos-noticias/cristiano-es-asesinado-por-compartir-el-evangelio-en-yemen