Hace muchos años, tomé una serie de clases de filosofía en la universidad con un ateo amigo. Me pareció más interesante el curso de ética. Siempre que surgía la pregunta de por qué el profesor creía que algo era correcto o incorrecto, simplemente decía que a él le “parecía” mejor, que “parecía” ayudar a la mayoría de las personas. En otras palabras, siempre se redujo a su preferencia personal. Asistimos a esas clases de ética treinta de nosotros, todos con nuestras preferencias personales, muchos siguiendo la corriente de la cultura popular.
He hablado con personas cuya ética ha evolucionado con el tiempo y que ahora creen que cualquier relación sexual consensuada entre adultos es moral. El adulterio es sexo consensuado. Entonces ¿es moral? Bueno, sí, algunos se convencen a sí mismos, siempre y cuando cometan adulterio con una persona a la que realmente aman. Pero ¿cuán moral es este mismo adulterio a los ojos del cónyuge traicionado? Después de todo, esa subjetividad sin esperanza ni siquiera es una estructura moral.
Elegir conductas morales porque te hacen sentir feliz puede tener sentido, al estilo de Bertrand Russell y Sam Harris, pero ¿qué pasa si te hace sentir feliz torturar animales, matar judíos o robarle a tus empleados?
«No lo entiendes», dice alguien. “Nosotros, los ateos, no basamos nuestra moralidad en preferencias personales, sino en los juicios de la sociedad en su conjunto, en lo que beneficia a la mayoría de las personas”. Pero ¿cómo respalda esto el argumento? ¿Qué pasaría si en nuestra clase de treinta estudiantes, dieciséis de nosotros quisiéramos matar al profesor? ¿Eso estaría bien? ¿O si la mayoría de una nación entera pensara que lo mejor sería liquidar a una parte de la población, sería eso algo bueno? ¿O si el 51% de la población mundial decidiera destruir el continente de América del Norte? ¿Eso estaría bien?
Tampoco ayuda reclamar la autoridad de algún grupo de “élite” que supuestamente tiene un sentido moral más refinado. La historia nos enseña que los grupos de élite tienden a llamar bueno a todo aquello que se inclinan a hacer.
Si no hay un Dios que nos creó para un propósito eterno, y no hay un Dios que nos juzgue; Si no hay un Dios que haya revelado sus normas, y no hay un Dios que informe nuestras conciencias, seguramente cualquier moralidad que forjemos para nosotros mismos eventualmente se elevará a un estándar que refleje nuestras propias opiniones subjetivas, que cambiarán con el tiempo.
Decir que el Holocausto o el abuso infantil están mal es un juicio moral. Pero un juicio de este tipo carece de sentido si no existe un criterio para evaluarlo. ¿Por qué son incorrectos el Holocausto y el abuso infantil? ¿Porque implican sufrimiento? ¿Porque otras personas dijeron que estaban equivocados? Sentirlo o decirlo no los hace equivocados.
William Lane Craig dice en Fe Razonable: “Si no hay Dios, entonces la vida carece objetivamente de sentido; pero el hombre no puede vivir coherente y felizmente sabiendo que la vida carece de sentido; así que, para ser feliz, finge que la vida tiene sentido… En un universo sin Dios, el bien y el mal no existen; solo existe la cruda evidencia del sinsentido de la existencia, y no hay nadie que te diga que tú tienes razón y yo estoy equivocado”.
Sólo tenemos una base para realizar buenos juicios morales: la existencia de normas objetivas basadas en puntos de referencia invariables fuera de nosotros mismos. La opinión personal se queda muy corta.
Después de todo, los nazis y los violadores también tienen sus opiniones.
Esta publicación se publicó originalmente en epm.org.
Randy Alcorn (@randyalcorn) es el autor de más de cincuenta libros y el fundador y director de Eternal Perspective Ministries. Ama a Jesús, a su esposa Nanci y a sus hijas, hijos y nietos.
fuente https://coalizaopeloevangelho.org/article/o-fundamento-ateista-da-moralidade-e-construido-sobre-as-areias-movedicas-da-cultura/