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El misionero frente a las tragedias naturales


	Inundação em Louisiana: Katrina foi o desastre climático mais caro em quatro décadas, com danos de US$ 150 bi.
 (REUTERS)
Fuente: Google Imágenes


Las noticias en el mundo están siendo cada vez más dominadas por informes de catástrofes naturales que ocurren repentinamente, la mayoría de las veces, segando las vidas de decenas, cientos y, a veces, incluso miles de personas. Estos eventos no eligen qué región golpearán, ya sea que sean áreas de cristianos, musulmanes, budistas o ateos. Terremotos, tsunamis, inundaciones, entre otros. Recientemente, en Brasil, específicamente en el estado de Río Grande del Sur, las lluvias a fines de abril y principios de mayo provocaron las mayores inundaciones en la historia del estado.
A lo largo de la historia de la humanidad, han ocurrido muchos desastres naturales, y sabemos muy bien que todo esto es el cumplimiento de la Biblia: "Habrá grandes terremotos, y en varios lugares hambres y pestilencias; y habrá terrores y grandes señales del cielo." (Lucas 21.11). Podemos citar algunos para recordarles solo en este siglo XXI: Tsunami del Océano Índico en 2004; Huracán Katrina en 2005; Terremoto de 2010 en Haití; Terremoto y tsunami de Japón en 2011; Incendios forestales en Australia en 2019-20. En América Latina, es importante destacar otras catástrofes como: Terremoto en Chile en 2010; Huracán María en Puerto Rico en 2017; Deslizamientos de tierra en Colombia en 2017; entre otros. La lista es extensa, pero estos son solo algunos de los muchos ejemplos que han ocurrido en este siglo.
Un informe de la Organización Meteorológica Mundial señaló que entre 1970 y 2019, los desastres mundiales se quintuplicaron, es decir, hubo más de 11 mil desastres en 50 años, con un estimado de más de 2 millones de muertes. Y frente a todo este panorama, ¿cuál es la importancia de la iglesia? ¿Cuál es el papel del misionero?
Es importante destacar que lo que se debate no es el Evangelio Social, una teología que surgió a principios del siglo XX, con uno de sus principales exponentes, el pastor bautista y escritor estadounidense, Walter Rauschenbusch (1861-1918). El gran problema de este movimiento fue intentar alcanzar la justicia social en este mundo caído, sin tener en cuenta que esto es imposible mientras no haya el regreso glorioso de nuestro Señor Jesucristo: "Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no los abrumará ni ningún calor, porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los guiará a fuentes de aguas vivas; y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos." (Apocalipsis 7.16-17).
A pesar de estas interpretaciones teológicas equivocadas del Evangelio, el misionero cristiano no puede eludir su papel como centinela de Cristo y las Buenas Nuevas. Ser luz en medio de las tinieblas es un mandato bíblico: "Ustedes son la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre su luz delante de los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos." (Mateo 5.14-16).
En Perú, 27,6 millones de personas se declaran cristianas. De ese total, el 14% son protestantes, lo que representa aproximadamente 3,2 millones de evangélicos peruanos. Según un artículo del periódico Diario Correo, del 25 de enero de 2015, había aproximadamente 18 mil templos evangélicos en Perú. Este número confirma el extraordinario avance que el Evangelio ha tenido en el país. Pero, ¿cómo usar todo esto a favor de la causa del Reino de Cristo cuando ocurren catástrofes naturales?
Las iglesias se benefician al estar mucho más infiltradas y conectadas con la sociedad que el propio estado. Cuando ocurren desastres, antes de que las organizaciones humanitarias puedan llegar a las áreas afectadas, seguramente ya hay iglesias en esas comunidades que servirán como refugios humanitarios. Los pastores locales deben y necesitan brindar ayuda espiritual a las familias afectadas y, junto con las congregaciones unidas, recaudar fondos y donaciones para proporcionar ayuda ante las necesidades básicas de supervivencia. Así es como debe trabajar el misionero, sin hacer distinción entre las creencias de esas personas.
Durante el huracán Mitch, en 1998, vastas áreas de varios países de América Central sufrieron graves daños y pérdidas de vidas. En Honduras, una pequeña comunidad junto al río Choluteca quedó aislada por las inundaciones durante casi dos semanas. La iglesia local decidió alimentar y cuidar a toda la comunidad, movilizando a un grupo de mujeres para preparar y cocinar los alimentos y motivando a los jóvenes de la iglesia para llevarlos a las personas mayores y a aquellos que no podían salir de casa. El líder de la iglesia organizó grupos de hombres para reparar las casas y recolectar leña y comida. Después de 14 días, llegó el equipo de una ONG en barco con suministros: quedaron asombrados al ver cómo la comunidad y la iglesia se habían organizado tan bien. Cuando el equipo se encontró con el pastor, él les dijo: "Estábamos aquí antes del desastre, estuvimos aquí durante el desastre y estaremos aquí después. Las agencias como ustedes vienen y van, pero la iglesia siempre estará aquí."
Podríamos citar muchos otros ejemplos, pero ha quedado claro cuál es el papel de la iglesia y del misionero ante tantas catástrofes naturales que ya han ocurrido y seguramente ocurrirán hasta la venida de Jesucristo. Nos corresponde a nosotros, como cristianos, estar alerta a todo lo que está sucediendo en el mundo y no permitir que el Evangelio permanezca inerte frente a las desgracias que enfrenta la humanidad. Seamos misioneros no solo en los "buenos tiempos", sino también en las adversidades.

Júnior Martins vive en Jaçanã-RN, Brasil. Es líder de jóvenes en la Iglesia Evangélica Asamblea de Dios local y coordina el Departamento de Evangelismo y Misiones de dicha iglesia. Para ponerse en contacto con él, envíe un correo electrónico a: martinsjunior038@gmail.com o un mensaje a su WhatsApp: +55 84 9 9686-0637.

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