5 mentiras comunes sobre el discipulado familiar
El discipulado familiar es la tarea sumamente importante y, en su mayoría, rutinaria de nuestro liderazgo espiritual en el hogar. En pocas palabras, el discipulado familiar consiste en hacer lo que podamos, cuando podamos, para ayudar a nuestros familiares a convertirse en amigos y seguidores de Jesús. Ciertamente, hay momentos buenos y malos en la vida que brindan grandes oportunidades para que los padres demuestren su fidelidad a Dios, pero, en general, el liderazgo espiritual se manifiesta en las interacciones cotidianas con la familia.
Al reflexionar sobre lo que significa el discipulado familiar para nuestras familias, aquí hay cinco recordatorios cruciales —cinco mentiras que nos sentimos tentados a creer— sobre lo que el discipulado familiar no es.
1. El discipulado familiar no es una investigación espiritual abierta.
El discipulado familiar es adoctrinamiento, la enseñanza de las doctrinas y la cosmovisión de Dios tal como se establecen en su Palabra, sin ceder ante las opiniones contrarias del mundo ni disculparse por lo potencialmente ofensivo de estas verdades.
La «adoctrinación» se ha convertido en una mala palabra en una cultura que se enorgullece de dejar que los niños elijan por sí mismos lo que creen que es verdad. ¡Qué error tan desastroso! Ocultarles la verdad a nuestros hijos es lo opuesto al amor. Queremos ayudar a la próxima generación a desenvolverse en el peligroso camino de la vida, entre tentaciones y desinformación malintencionada.
No dejes a tus hijos a la deriva en el desierto de este mundo, cruzando los dedos para que encuentren el estrecho sendero que conduce al único oasis.
2. El discipulado familiar no se trata de usar la Palabra de Dios para obtener lo que queremos.
No se trata de usar la amenaza del desagrado de Dios para que los hijos se callen o dejen de molestarse entre sí. La manipulación del comportamiento se basa en el miedo, mientras que la obediencia a Dios se basa en la gratitud y el amor sinceros. Un niño bien educado no es lo mismo que un niño discipulado.
Aunque la Biblia habla extensamente sobre la conducta piadosa, y la obediencia es un aspecto importante del discipulado, la modificación de la conducta no es nuestro objetivo principal. Es muy fácil criar a un fariseo, un niño que conoce y sigue las normas de Dios, pero cuyo corazón está lejos de Él. Queremos que nuestros hijos sean obedientes a Dios no porque le teman (ni a nosotros), sino porque realmente aman la obediencia y confían en el amor y el cuidado que Dios les brinda. El discipulado familiar busca un cambio sincero de corazón en los niños, una verdadera transformación cristiana.
3. La formación de discípulos en la familia no es una forma de criar hijos populares.
Educar a los hijos para que sigan a Cristo significa preparar a una generación que se sienta cómoda siendo diferente e incluso menospreciada por una cultura que presume de saberlo todo.
Si bien el objetivo no es, desde luego, criar hijos que resulten deliberadamente irritantes para el mundo, nuestra esperanza debería ser, sin duda, que nuestros hijos no rechacen la verdad simplemente porque, efectivamente, incomode a alguien. Nuestras creencias cristianas resultan ofensivas para la sensibilidad moderna. Entiéndase bien: si Dios, en su gracia, salva a su hijo, muchos en la sociedad lo rechazarán. Como mínimo, un niño discipulado será considerado «extraño».
La fe de tu hijo o hija no impresionará al mundo. Tus hijos serán odiados por quién es su Dios y cómo es (Marcos 13:13; Juan 15:19). Necesitamos formar una generación dispuesta a ser claramente diferente de sus pares, hijos cuya rectitud sea excepcional. En muchos sentidos, esto es lo opuesto a nuestra inclinación natural sobre cómo criar a nuestros hijos. Criar hijos dispuestos a ser odiados significa criar hijos que no se avergüencen de amar a Dios, incluso cuando sean tratados con desprecio y rechazo.
4. El discipulado familiar no es una estrategia para convertirse en padres admirados.
Resiste la tentación de liderar para convertirte en una madre o un padre imponente; en cambio, procura inculcar en tus hijos la profunda necesidad de tener un Padre Celestial. Nuestra identidad se basa en ser hijos de Dios, no en ser padres de nuestros hijos. No se trata de buscar la aprobación o la admiración de los demás. No se trata de construir nuestro legado personal ni de crear versiones jóvenes de nosotros mismos.
La formación espiritual en la familia moldea a los niños a la imagen de Cristo, no a la de sus padres. No podemos criar a un niño para que sea un modelo de perfección que genere admiración humana y orgullo parental. Esta formación en justicia no es una competencia ni un escaparate para exhibir egoístamente la superioridad familiar.
5. El discipulado familiar no siempre es el camino más atractivo.
La formación de los hijos en la familia no es el camino más fácil. Para los niños, la autoridad, la disciplina y las normas parecen contrarias a la libertad y al disfrute. «Al principio, ninguna disciplina parece agradable, sino dolorosa; pero después da fruto apacible de justicia a quienes han sido entrenados por ella» (Hebreos 12:11).
Una vid sin podar no produce frutos de la mejor calidad. No discipulamos porque sea fácil, sino porque creemos que es mejor servir y obedecer al Dios que sabe lo que es mejor y que es lo mejor.
Siempre estamos haciendo discípulos.
Les guste o no, todos los padres están constantemente educando a los pequeños que les rodean. Los niños nos observan y escuchan, formando así sus impresiones sobre el mundo, la fe y lo que significa ser adulto.
Es mucho mejor tener un plan que dejarse llevar. Dado que cada padre y cada hijo son diferentes, necesitamos un plan y una visión para la formación espiritual familiar que sea apropiada para nuestra familia en particular.
Seamos intencionales con nuestra influencia.
Nota del editor:
Contenido adaptado de Family Discipleship de Matt Chandler y Adam Griffin, ©2020. Usado con permiso de Crossway.
Traducido por Felipe Barnabé
Matt Chandler es el pastor principal de enseñanza en The Village Church en Dallas/Fort Worth, Texas, y el actual presidente de Acts 29. Es autor de varios libros, entre ellos Take Heart , Mingling of Souls , Recovering Redemption , To Live Is Christ, to Die Is Gain , Creature of the Word y The Explicit Gospel . Matt y su esposa, Lauren, viven con sus tres hijos —Audrey, Reid y Norah— en Highland Village, Texas.
FUENTE https://coalizaopeloevangelho.org/article/5-mentiras-populares-sobre-o-discipulado-familiar/







