¿Puedes imaginar un mundo donde cada acción, cada palabra, cada pensamiento está impulsado por un amor tan profundo que no deja espacio para nada más? Parece un escenario imposible, pero es el llamado que Dios hace a Su pueblo en Deuteronomio 6:5: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.” Este mandamiento, lejos de ser una mera exhortación religiosa, se convierte en el impulsor más poderoso para la vida cristiana y la obediencia al llamado en nuestro mundo actual. El mandamiento de amar a Dios con todo nuestro ser, como se expresa en Deuteronomio, no solo define nuestra relación con Dios, sino que también establece la base y motivación esencial para las misiones cristianas efectivas y transformadoras.
Amor con todo el corazón: Amar a Dios con todo el corazón implica una pasión ardiente que impulsa nuestras acciones. Esta pasión puede traducirse como un celo inalterable por compartir el amor de Dios con otros. Consideremos el ejemplo de Pablo, cuyo amor apasionado por Dios lo llevó a enfrentar innumerables peligros y dificultades en sus viajes. En 2 Corintios 11:23-28, el apóstol enumera los sufrimientos que soportó por el evangelio, demostrando cómo el amor apasionado por Dios puede sostenernos en las pruebas más difíciles de la obra.
Amor con toda el alma: El alma puede representar nuestra identidad más profunda. Amar a Dios con toda el alma significa una entrega completa de quienes somos. En el cumplimiento de nuestro llamado, esto se manifiesta como una disposición a abandonar todo por obedecer a Dios. Abraham puede ser un ejemplo. Dejó su tierra, su familia y la casa de su padre en obediencia al llamado de Dios (Génesis 12:1-4). Su disposición a sacrificar incluso a su hijo demuestra la profundidad de esta entrega (Génesis 22). Las misiones efectivas requieren este nivel de compromiso y entrega.
Amor con todas las fuerzas: Amar a Dios con todas nuestras fuerzas implica dedicación constante y enérgica. En el campo misionero, se traduce en perseverancia frente a los desafíos. La historia de José en Génesis 37-50 ilustra este tipo de perseverancia. A pesar de ser vendido como esclavo, encarcelado injustamente y olvidado, José permaneció fiel a Dios. Amar a Dios con todas sus fuerzas no solo lo llevó a una posición de influencia, sino que también le permitió ser un instrumento de salvación para muchos, incluyendo a su propia familia.
Amor integral: El mandamiento de amar a Dios con todo nuestro ser enfatiza la importancia de la integridad y la autenticidad en nuestro servicio. Las misiones no son solo sobre lo que hacemos, sino sobre quiénes somos. El profeta Daniel demuestra esta integridad. En una tierra extranjera y hostil, mantuvo su fidelidad a Dios en todos los aspectos de su vida, desde su dieta hasta su ética laboral y sus prácticas de oración (Daniel 1 y 6). Su testimonio impactó incluso a reyes paganos.
Amor como respuesta: El mandamiento de amar a Dios viene en el contexto de la liberación de Israel de Egipto. Es una respuesta al amor y la gracia de Dios. En las misiones, nuestra motivación debe ser siempre la gratitud por lo que Dios ha hecho por nosotros. La vida del apóstol Juan ilustra esto. Habiendo experimentado profundamente el amor de Dios (se llama a sí mismo \"el discípulo a quien Jesús amaba\"), Juan dedicó su vida a compartir ese amor con otros, tanto en su ministerio como en sus escritos (1 Juan 4:19).
Amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y fuerzas es la clave para las misiones cristianas efectivas. Es el combustible que impulsa nuestra pasión, nuestra entrega, nuestra perseverancia, nuestra integridad y nuestra gratitud en el campo misionero. Quiero cerrar esta columna recordando una conversación de nuestro Señor Jesús con el apóstol Pedro. Después de negar a Jesús, Pedro fue restaurado en esta plática con nuestro Señor. Jesús le preguntó tres veces: “¿Me amas?” (Juan 21:15-17). Cada vez que Pedro respondió afirmativamente Jesús le dio una comisión: “Apacienta mis ovejas”. Este intercambio nos muestra que el amor por Dios es inseparable de la misión que Él nos da.
Por lo tanto, como seguidores de Cristo, debemos examinar constantemente nuestros corazones. ¿Estamos amando a Dios con todo nuestro ser? ¿Es este amor el que impulsa nuestro servicio y nuestra misión? Si es así, entonces ningún obstáculo será demasiado grande, ningún sacrificio demasiado costoso, ningún campo demasiado difícil. Esta palabra me anima a renovar mi compromiso de amar a Dios con todo mi corazón, alma y fuerzas. Hoy quiero invitarte a hacerlo también. Que este amor sea el combustible que nos impulse, transformando no solo nuestras propias vidas, sino también las vidas de aquellos a quienes servimos. Cuando amamos a Dios de esta manera, nos convertimos en canales de Su amor para un mundo que desesperadamente lo necesita. Y en este amor, encontramos la fuerza, la motivación y gozo para perseverar en la gran comisión que se nos ha confiado.
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Esta serie semanal titulada Su bendita Palabra me impulsa está diseñada para descubrir que el plan de Dios para ti es evidente desde el Génesis hasta el Apocalipsis.
Angel Guerrero.
Ministerio Palabra Viva.
Tema 15, lunes 22 de julio, 2024.
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