Un grupo de hombres con ropas desgastadas, cueros remendados y alimento enmohecido se acerca al campamento israelita (Josué 9:4-5) con una mezcla de temor y determinación. Un pueblo de enemigos por decreto divino, busca alianza a través del engaño. De lo que parece ser un acto de supervivencia podemos extraer una lección perdurable sobre la naturaleza de Dios. Pocas historias ilustran tan curiosamente como Dios transforma adversarios en aliados. El pacto entre Israel y Gabaón cambió el curso de la conquista de Canaán, a la vez que nos provee un ejemplo para entender la misión cristiana en el mundo actual.
Este pasaje tiene una firme enseñanza sobre la necesidad de consultar a Dios. Debemos someter siempre nuestros planes a Dios. Los enemigos usaron de astucia. Aunque el mismo libro de Josué (9:14-15) nos deja claro que Israel fue engañado por no consultar a Dios más que por la astucia del pueblo gabaonita. De ninguna manera es meritorio el engaño. Sin embargo, de esta historia podemos rescatar que este pueblo se acercó buscando misericordia, se acercaron ofreciendo servicio e implorando un pacto (9:11). Después de saberse engañado, Josué los interroga para saber sus razones. Aquí veo yo un pueblo extranjero confiando en la palabra de Dios (9:24-25) y sometidos a Su voluntad bajo la decisión que tomara Josué. Entre líneas se divisa un modelo de cómo se puede manifestar el plan redentor de nuestro Dios. Como iglesia hoy, debemos estar atentos a estas situaciones, reconociendo que, en muchas ocasiones, nuestros mayores desafíos pueden convertirse en grandes oportunidades para extender el Reino de Dios.
La misión de Dios trasciende fronteras culturales y étnicas. El pacto con los gabaonitas demostró que el plan de Dios era más amplio de lo que los israelitas imaginaban. No es simplemente una estrategia de expansión, sino un reflejo del carácter mismo de Dios. El Creador del universo no está limitado por las divisiones que nosotros, en nuestra humanidad, hemos establecido. Su amor y Su plan de redención abarcan a toda la humanidad, sin distinción de raza, etnia o cultura. Este principio desafía nuestras tendencias naturales al etnocentrismo. Nos llama a ver más allá de nuestras diferencias superficiales y a reconocer la imagen de Dios en cada persona, independientemente de su origen. Al hacerlo, no solo ampliamos el alcance de nuestra misión, sino que también enriquecemos nuestra propia comprensión de Dios y Su obra en el mundo.
En nuestro contexto actual, este principio tiene implicaciones profundas. Como iglesia debemos estar preparados para examinar constantemente nuestros prejuicios y sesgos culturales. ¿Hay grupos étnicos o culturales que inconscientemente excluimos de nuestro enfoque de alcance? Debemos buscar activamente oportunidades para servir y colaborar con personas de diferentes orígenes. Esto puede implicar asociarnos con iglesias o ministerios liderados por personas de otras culturas, o buscar mentores de tradiciones diferentes a la nuestra. Adaptar nuestros métodos y enfoques para que sean culturalmente relevantes sin comprometer el mensaje del evangelio. Esto requiere un aprendizaje continuo y una disposición a ser flexibles. Fomentar la diversidad en nuestros equipos y en las iglesias que plantamos. Una comunidad diversa es un testimonio de la naturaleza del Reino de Dios. Estar atentos en nuestro propio contexto. ¿Hay grupos marginados o considerados enemigos en nuestra sociedad a los que Dios nos está llamando a alcanzar? Educar a nuestras iglesias y seguidores sobre la naturaleza global y multicultural de la misión de Dios, fomentando una visión más amplia del Reino.
Esto nos recuerda la visión de Pedro en Hechos 10, donde Dios le mostró que no debía llamar impuro lo que Él había purificado. Debemos estar dispuestos a cruzar fronteras culturales y derribar barreras que limitan nuestra visión de la obra de Dios. Al abrazar este principio de que la misión de Dios trasciende las fronteras culturales y étnicas, nos alineamos más plenamente con el corazón de Dios para todas las naciones. Como los israelitas que acogieron a los gabaonitas, podemos convertirnos en agentes de la gracia de Dios, participando en Su obra de reunir a un pueblo para Sí de cada tribu, lengua y nación.
La transformación es un testimonio de la gracia de Dios. Los gabaonitas pasaron de ser enemigos condenados a ser siervos en la casa de Dios. La transformación de los gabaonitas no fue superficial. Pasaron de ser adoradores de dioses falsos a servir en el tabernáculo del Dios verdadero. De ser extranjeros y enemigos, se convirtieron en parte integral de la comunidad de Israel. Este cambio profundo en su estatus, propósito y afiliación espiritual refleja la naturaleza radical de la gracia de Dios. La transformación de los gabaonitas comenzó con un acto de fe al buscar un pacto con Israel, y continuó a lo largo de generaciones de servicio en el tabernáculo y más tarde en el templo. Esto nos enseña que la transformación por la gracia de Dios es tanto un evento como un proceso continuo.
Esta transformación nos recuerda la conversión de Saulo en el camino a Damasco. Como cristianos, debemos ver el potencial de transformación en cada persona, sin importar cuán opuesta parezca al Evangelio inicialmente. Debemos creer en el poder de Dios para cambiar vidas de raíz. Debemos tener paciencia en el proceso de discipulado: Reconociendo que la transformación es tanto un evento como un proceso, estando preparados para acompañar a las personas en su viaje de fe a largo plazo, celebrando cada paso de crecimiento. Nuestro ministerio debe abordar no solo las necesidades espirituales, sino también las emocionales, relacionales y prácticas. Inspirados por el legado de los gabaonitas, podemos establecer sistemas de mentoría donde aquellos que han experimentado transformación puedan guiar a otros, creando así un ciclo continuo de discipulado. Desafiar los prejuicios dentro de la iglesia: Usar ejemplos de transformaciones radicales para desafiar cualquier prejuicio o exclusivismo dentro de nuestras comunidades de fe, promoviendo una cultura de gracia y aceptación. Invertir en ministerios de restauración: Desarrollar programas específicos para aquellos que la sociedad podría considerar irrecuperables, demostrando nuestra fe en el poder transformador de la gracia de Dios.
Aplicar estas estrategias en nuestro ministerio, no solo facilita la transformación individual, sino que también cultivamos comunidades que reflejan el poder transformador de la gracia de Dios. Así, al igual que los gabaonitas se convirtieron en un testimonio viviente de la gracia de Dios en medio de Israel, nuestras iglesias y ministerios pueden convertirse en faros de esperanza, demostrando al mundo que no hay vida demasiado quebrantada para ser restaurada por el amor transformador de Dios.
El servicio como forma de integración. Al convertirse en leñadores y aguadores para la congregación, los gabaonitas fueron integrados en la comunidad de fe a través del servicio. Esto refleja el principio de discipulado a través del servicio que Jesús enseñó al lavar los pies de sus discípulos. En nuestra labor, debemos valorar y fomentar el servicio como un medio de crecimiento espiritual e integración.
Para los gabaonitas, su servicio era una oportunidad de contribuir significativamente a la vida espiritual de Israel y, en el proceso, acercarse ellos mismos al Dios de Israel. El servicio en el tabernáculo, y más tarde en el templo, exponía constantemente a los gabaonitas a las prácticas de adoración, las enseñanzas y la presencia de Dios. Este ambiente de inmersión espiritual, combinado con la acción práctica del servicio, creaba un contexto ideal para el discipulado y la transformación continua. Además, el servicio de los gabaonitas benefició a toda la comunidad. Su trabajo permitía que otros se dedicaran más plenamente a sus propias responsabilidades y a la adoración.
La integración a través del servicio no solo beneficia al individuo, sino que enriquece a toda la comunidad de fe. Es de notar que el servicio de los gabaonitas era continuo y multigeneracional. No fue una tarea temporal, sino un compromiso a largo plazo que se transmitió de padres a hijos. Esto subraya que la integración y el discipulado a través del servicio es un proceso continuo que puede tener un impacto duradero en familias y comunidades enteras.
La fidelidad como testimonio del carácter de Dios. A pesar de haber sido engañados, los israelitas mantuvieron su juramento, reflejando así la fidelidad de Dios a Sus promesas. “Les hemos jurado por el Señor, Dios de Israel, y ahora no podemos tocarlos” (Josué 9:19). Esta decisión, aunque difícil, demostró un profundo entendimiento de la inquebrantable fidelidad de Dios mismo. Representa una alineación con el carácter de Dios, quien es descrito repetidamente en las Escrituras como un Dios que guarda Su pacto y Su misericordia (Deuteronomio 7:9). Al mantener su palabra, incluso cuando parecía ir en contra de sus intereses inmediatos, los israelitas estaban mostrando el carácter de Dios ante las naciones circundantes.
La fidelidad demostrada en esta historia también nos recuerda que los pactos y promesas de Dios no dependen de nuestra perfección o merecimiento. Los gabaonitas obtuvieron el pacto a través del engaño. Sin embargo, Dios honró la palabra dada por Su pueblo. Esto refleja la gracia de Dios, quien mantiene Sus promesas no porque seamos dignos, sino porque Él es fiel. Además, la fidelidad al pacto con los gabaonitas prefigura de alguna manera la fidelidad de Dios en el nuevo pacto en Cristo. Así como Israel mantuvo su palabra a pesar del engaño, Dios mantiene Sus promesas a pesar de nuestra infidelidad y pecado. Esta fidelidad inquebrantable es la base de nuestra seguridad y esperanza en Cristo.
Como líderes podemos aplicar este principio de fidelidad como testimonio del carácter de Dios en nuestras vidas y ministerios de varias maneras prácticas: Integridad en los compromisos. Desarrollar series de enseñanzas o estudios bíblicos que exploren la fidelidad de Dios a lo largo de la historia bíblica, ayudando a los creyentes a confiar en las promesas de Dios. Modelar la fidelidad en las relaciones, demostrar fidelidad en nuestras relaciones personales y ministeriales, siendo consistentes en nuestro amor y compromiso. Celebrar la fidelidad, reconocer y celebrar regularmente ejemplos de fidelidad en nuestra comunidad de fe, ya sea en el matrimonio, en el ministerio o en el servicio a largo plazo. Al implementar estas estrategias, no solo fortalecemos nuestra propia fidelidad, sino que también creamos un testimonio del carácter fiel de Dios. En un mundo donde los compromisos a menudo se rompen y la confianza se traiciona, nuestra fidelidad inquebrantable puede ser un faro de esperanza y un reflejo tangible del amor inmutable de Dios.
En conclusión, la historia de los gabaonitas nos desafía a ampliar nuestra comprensión de la misión de Dios. Estamos llamados a discernir, a estar dispuestos a colaboraciones inesperadas y a ver el potencial de transformación en cada encuentro. La misión de Dios no tiene fronteras culturales. Esta verdad nos libera de nuestras preconcepciones limitadas y nos invita a ver cada interacción, incluso con aquellos que consideramos adversarios, como una oportunidad potencial para la obra redentora de Dios. Al igual que en la historia de los gabaonitas, Dios puede estar trabajando para incorporar a personas y comunidades en Su plan de una manera que inicialmente no reconocemos o entendemos.
Que nuestros ojos estén abiertos en cada desafío que enfrentamos. Que nuestros corazones estén dispuestos a acoger a aquellos que Dios trae a nuestro camino, incluso cuando llegan de maneras inesperadas o incómodas. Que nuestras manos estén listas para trabajar junto a aquellos que, como los gabaonitas, pueden pasar de ser adversarios a convertirse en colaboradores en la obra de Dios.
Avancemos en nuestra labor misionera y evangelística con la confianza de que servimos a un Dios cuya misericordia es más amplia y profunda de lo que podemos imaginar. Que cada relación que formemos y cada desafío que enfrentemos sea visto como una oportunidad para que la gracia transformadora de Dios se manifieste, convirtiendo adversarios en siervos y expandiendo el Reino de Dios de maneras que nos asombran y nos inspiran.
--
Esta serie semanal titulada Su bendita Palabra me impulsa está diseñada para descubrir que el plan de Dios para ti es evidente desde el Génesis hasta el Apocalipsis.
Angel Guerrero.
Ministerio Palabra Viva.
Tema 27, lunes 04 de noviembre, 2024.
avivapalabra@gmail.com
+51938256756
Si has sido bendecido por esta palabra, puedes orar con nosotros de manera constante. Comunícate por WhatsApp al número +51938256756 o escribe al correo avivapalabra@gmail.com y solicita la guía de oración mensual.
Si tienes el deseo de predicar la palabra de Dios y no sabes cómo empezar. Si sientes un llamado y no sabes cómo canalizarlo. Puedes escribir por WhatsApp al número +51938256756 o al correo avivapalabra@gmail.com y solicitar orientación.
Si deseas leer los temas publicados de esta serie semanal puedes seguir este link:
https://www.elmensajerodelapaz.net.pe/category/palabra-viva-angel-guerrero/