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Un Fracaso no es el Final: Lecciones de Guerra en la Obediencia.
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La noche cae sobre el campamento israelita. El aire está cargado de tensión y desánimo. Treinta y seis hombres valientes yacen sin vida, y las tropas que regresaron de Hai lo hicieron con el corazón como agua (Josué 7: 2-5). ¿Cómo es posible? Acababan de conquistar la imponente Jericó, y ahora una pequeña ciudad los había puesto en fuga. Este patrón, en ocasiones se repite en el ministerio. En el siguiente ataque (Josué 8:1-29) Lo que una vez fue una ciudad fortificada quedó como un montón de escombros, un testimonio silencioso del poder y la estrategia de Dios. Estoy convencido de que la conquista de Hai nos proporciona un manual para la obra de la iglesia. La victoria en el campo no depende de nuestros recursos, sino de nuestra completa sumisión a la dirección divina.

 

Reconocer el Pecado en el Campamento La derrota inicial en Hai no fue por falta de preparación militar, sino por un pecado oculto en el campamento. La transgresión de Acán afectó a toda la comunidad, resultando en la pérdida de vidas y una humillante derrota. Un pecado no confesado puede comprometer a todo un equipo ministerial. Por esto es necesario desarrollar un proceso para abordar el pecado. Reconocer que los problemas ministeriales pueden tener raíces espirituales. Debemos estar dispuestos a pausar las batallas hasta tratar con el pecado. Entender la naturaleza corporativa del pecado. Fomentar un sentido de responsabilidad mutua. Celebrar la confesión y el arrepentimiento como actos de valor.

 

Con los años se aprende a reconocer algunas señales de advertencia: cuando hay división inexplicable en el equipo, cuando las estrategias bien planificadas fallan consistentemente, cuando hay sensación de pesadez espiritual en el ministerio. Constantemente son indicaciones de que necesitamos detenernos y buscar si hay anatema en el campamento.

 

La lección de Hai es clara: no podemos esperar victoria en el campo misionero si toleramos el pecado en nuestras filas. La santidad no es una opción; es una necesidad estratégica. Así como Josué tuvo que tratar con el pecado de Acán antes de poder conquistar Hai, nosotros debemos estar dispuestos a enfrentar y tratar con el pecado en nuestras propias vidas y equipos antes de esperar ver avances significativos en la obra.

 

La Importancia de la Destrucción Total En Hai, la orden divina fue clara y radical: no dejar nada en pie. La ciudad fue completamente destruida, convertida en un montón de ruinas perpetuas. Esta destrucción total recuerda la historia del rey Josías y su reforma radical (2 Reyes 23:1-20). No se conformó con una reforma superficial. Demolió todos los altares paganos, quebró las imágenes, desmanteló los lugares altos y eliminó por completo la idolatría de Judá e Israel. Su reforma fue tan exhaustiva que incluso desenterró los huesos de los sacerdotes paganos y los quemó para asegurarse de que no quedara ningún vestigio de las prácticas anteriores.

 

Como un cirujano tratando un cáncer. No basta con extraer solo el tumor visible; debe asegurarse de eliminar hasta la última célula cancerosa, incluso si eso significa remover tejido aparentemente sano alrededor. Una extirpación incompleta podría llevar a una recaída. De la misma manera, en el campo misionero, las medias espirituales llevan a un sincretismo peligroso donde las viejas prácticas se disfrazan con un barniz cristiano.

 

En nuestra labor, esto significa que debemos identificar no solo las prácticas visibles sino también las raíces culturales y espirituales que las sustentan. Estar dispuestos a desafiar y desmantelar sistemas de creencias, no solo modificar comportamientos externos. Acompañar a los nuevos creyentes en el proceso doloroso pero necesario de romper completamente con prácticas antiguas. Reconocer que la destrucción total puede significar pérdidas significativas: relaciones, estatus social, tradiciones familiares. Estar preparados para la resistencia y el conflicto que surge cuando se desafían estructuras profundamente arraigadas.

 

Por años he visto demasiadas conversiones superficiales, se permite que permanezcan altares escondidos. Como en Hai, donde la victoria solo fue posible después de una destrucción completa, debemos estar dispuestos a guiar a las personas hacia una ruptura total con su pasado pecaminoso. Esto requiere sabiduría, amor y firmeza. No se trata solo de destruir, sino de crear el espacio necesario para que florezca una fe auténtica y sin compromisos con el pecado.

 

El Botín como Testimonio En Hai, a diferencia de Jericó, Dios permitió a Israel tomar el botín de la ciudad. \"Solamente tomaréis para vosotros el botín y el ganado, conforme a la palabra que Jehová había mandado a Josué\" (Josué 8:27). Este botín no solo representaba recursos materiales, sino que se convirtió en un testimonio tangible de la victoria de Dios. Esta situación se repite en la historia de David y Goliat. Después de derrotar al gigante, David no solo tomó la cabeza como trofeo, sino también su armadura. Estas reliquias se convirtieron en testimonios que inspiraron la fe de generaciones futuras. La espada de Goliat, guardada en el tabernáculo, llegó a ser símbolo del poder de Dios para hacer lo imposible, tanto así que años después, cuando David huía de Saúl, solicitó específicamente esta espada, declarando “ninguna como ella”.

 

En el contexto evangelístico y misionero, esto puede significar: Reconocer que las conversiones genuinas producen botín espiritual: talentos, relaciones y recursos que son redimidos para el Reino. Identificar y preservar elementos culturales que, una vez redimidos, pueden servir como puentes para el evangelio. Animar a los nuevos creyentes a usar sus trofeos de gracia (testimonios de transformación) para inspirar a otros. Documentar y compartir las historias de victoria como testimonio para futuras generaciones. Estar atentos a cómo Dios puede transformar las armas del enemigo en instrumentos clave para avanzar Su Reino.

 

De ninguna manera se trata de glorificar el pasado pecaminoso, sino de reconocer que cuando Dios conquista un territorio, a menudo redime y reutiliza elementos de ese mismo territorio para Su gloria. Así como la espada de Goliat se convirtió en un testimonio del poder de Dios, algunas reliquias de nuestras conquistas espirituales pueden convertirse en testimonios de la gracia transformadora de Cristo.

 

Dios Honra la Obediencia Colectiva. La victoria en Hai fue resultado del esfuerzo coordinado de todo Israel. Cada persona tenía su papel asignado: los guerreros en la emboscada, los que simulaban la retirada, y Josué con su jabalina extendida. Como una orquesta interpretando una pieza musical compleja. Cada músico tiene su partitura única. El violinista no puede decidir tocar la parte del trompetista, ni el percusionista puede ignorar las indicaciones del director. La belleza de la sinfonía emerge solo cuando cada músico toca su parte en coordinación con los demás, bajo la dirección del maestro. De la misma manera, en la obra misionera, la victoria viene cuando cada miembro del equipo cumple fielmente su rol específico bajo la dirección de nuestro Maestro.

 

Esta situación nos recuerda que debemos reconocer y valorar los diversos roles: Identificar y honrar los diferentes dones en el equipo misionero. Evitar la tentación de jerarquizar ministerios como más o \"menos\" importantes, cada miembro debe tener espacio para operar en su llamado específico además de cumplir los compromisos como parte del cuerpo. Desarrollar Sistemas de Coordinación: Implementar reuniones regulares de planificación. Estableciendo canales claros de comunicación entre diferentes ministerios. Creando mecanismos de retroalimentación para asegurar que todos los roles estén alineados. Fomentar el aprecio mutuo entre diferentes áreas de ministerio. Organizar eventos o reuniones donde los equipos puedan ver cómo su trabajo se conecta con el de otros. Abordar rápidamente cualquier división o competencia malsana entre ministerios.

 

Hay grandes peligros en la obediencia selectiva, donde algunos deciden que su llamado es demasiado espiritual para involucrarse en tareas diarias, otros se sienten menos importantes porque su rol no es visible. En el Reino de Dios, no hay roles insignificantes. La victoria viene cuando cada persona es obediente en su posición asignada. Esto significa que unos estarán en la emboscada, trabajando en silencio y sin ser vistos. Otros estarán en la primera línea, enfrentando directamente al enemigo. Y algunos, como Josué, estarán en la cima de la colina con la jabalina extendida, en postura de liderazgo y dirección. Cada rol es esencial, cada posición es estratégica y cada acto de obediencia contribuye a la victoria colectiva.

 

La enseñanza más recia de la conquista de Hai es que la victoria ya está asegurada cuando seguimos el plan de Dios. Antes de que comenzara la batalla, Él ya había declarado: “Mira, yo he entregado en tu mano al rey de Hai, y a su pueblo, a su ciudad y a su tierra.” Como hijos de Dios, no estamos llamados a ser exitosos según los estándares humanos, sino a ser obedientes a la dirección de nuestro Señor. Es hora de que reevaluemos nuestras estrategias. ¿Estamos siguiendo nuestros planes bien intencionados o estamos verdaderamente alineados con la estrategia del cielo? La victoria de Hai nos recuerda que, en la obra, nuestro éxito no se mide por estadísticas o logros visibles, sino por nuestra confianza en la dirección divina. Cuando nos alineamos con el plan de Dios, incluso las derrotas se convierten en escalones hacia la victoria.

 

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Esta serie semanal titulada Su bendita Palabra me impulsa está diseñada para descubrir que el plan de Dios para ti es evidente desde el Génesis hasta el Apocalipsis.

 

Angel Guerrero.

Ministerio Palabra Viva.

Tema 26, lunes 07 de octubre, 2024.

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