“Santificaos, porque Jehová hará mañana maravillas entre vosotros.” (Josué 3:5) Con estas palabras, Josué preparó al pueblo para lo extraordinario. Siglos después, esa misma frase resuena como un desafío y una promesa. En un mundo donde el escepticismo reina y los milagros son desdeñados, ¿estamos listos, para ver y ser parte de las maravillas de Dios?
Como cristianos en el mundo actual, a menudo encontramos barreras aparentemente infranqueables que se interponen para alcanzar nuestro llamado divino. El cruce del río Jordán en seco por parte de los israelitas no es solo un relato histórico; es un modelo para nuestra labor en la obra. El cumplimiento de nuestro servicio a Dios requiere la misma fe audaz y preparación espiritual que vemos en el cruce del Jordán. Además, merece recordarse y celebrarse. Estas cualidades son esenciales para superar los obstáculos aparentemente imposibles que enfrentamos en nuestra vida cristiana.
Fe audaz: El cruce del Jordán exigió una confianza que iba más allá de lo racional. Los sacerdotes tuvieron que poner sus pies en las aguas turbulentas antes de que estas se dividieran (Josué 3:13). Esta fe audaz no significa imprudencia, sino que está fundamentada en la confianza en el carácter y las promesas de Dios. Es una fe que nos impulsa a dar pasos que parecen ilógicos o imposibles desde una perspectiva humana, pero que están alineados con la voluntad divina. Consideremos la historia de Pedro caminando sobre las aguas (Mateo 14:22-33). Cuando Jesús le dijo “Ven”, Pedro tuvo que ejercer una fe audaz para salir de la barca en medio de una tormenta. Su fe le permitió hacer lo imposible: caminar sobre el agua. A menudo nos enfrentamos a nuestras propias tormentas, situaciones que parecen imposibles o aterradoras. La fe audaz nos llama a “salir de la barca”, a dar pasos que desafían la lógica humana, manteniendo nuestros ojos fijos en Jesús. Puede ser aprender un idioma que parece imposible de dominar, adentrarse en una cultura hostil al evangelio o iniciar un proyecto que parece estar más allá de nuestras capacidades. La fe audaz nos permite “caminar sobre las aguas” de estos desafíos, confiando en que Dios nos sostendrá.
Preparación espiritual: Antes de cruzar, Josué ordenó al pueblo que se santificara (Josué 3:5). La preparación espiritual fue un precursor necesario para el milagro. En la vida cristiana, nuestra propia santificación y preparación espiritual son igualmente cruciales. Va más allá de la adquisición de conocimientos teológicos o habilidades ministeriales. Es un proceso profundo de transformación que nos alinea con el corazón y propósito de Dios. Esta preparación implica la santificación personal, el desarrollo de disciplinas espirituales como la oración, el estudio de las Escrituras, el ayuno y la adoración. La preparación espiritual nos lleva a reconocer nuestra total dependencia de Dios. Nos recuerda que no confiamos en nuestras propias fuerzas o habilidades, sino en el poder y la gracia de Dios. Una historia bíblica que ilustra la importancia de la preparación espiritual es la de nuestro Señor Jesús en el desierto (Mateo 4:1-11). Antes de comenzar Su ministerio público, Jesús pasó 40 días en el desierto, ayunando. Este tiempo de intensa preparación espiritual lo equipó para la misión. Durante Su tiempo en el desierto, Jesús enfrentó tentaciones que atacaban aspectos clave de Su identidad y misión. En cada caso, respondió con la Palabra de Dios, demostrando la importancia de estar arraigados en las Escrituras. Esta preparación espiritual no solo le permitió resistir las tentaciones del enemigo, sino que también lo fortaleció para el ministerio transformador que estaba por comenzar. Al igual que Jesús, necesitamos tiempos de retiro espiritual, momentos de soledad con Dios donde podamos renovar nuestras fuerzas, afirmar nuestra identidad en Cristo y prepararnos para los desafíos que enfrentaremos. Esta preparación nos equipa para resistir las tentaciones, mantener nuestro enfoque en la misión y ministrar con autoridad.
Memoria y celebración: Dios ordenó a los israelitas que erigieran un monumento de piedras para conmemorar el cruce (Josué 4:1-7). Debemos ser intencionales en recordar y celebrar lo que Dios ha hecho, tanto para nuestro aliento como para el testimonio a las generaciones futuras. El salmista frecuentemente recuerda las obras poderosas de Dios en la historia de Israel (Salmo 105). Esta práctica de recordar y celebrar, fortalece la fe y prepara para futuros desafíos. Debemos incorporar esta práctica en nuestro trabajo. No es un mero ejercicio de nostalgia. Es una disciplina que mantiene nuestra visión en Dios y nos prepara para futuros desafíos. Recordar y celebrar las obras de Dios, declara Su fidelidad y reafirma nuestra confianza en Él. Consideremos la institución de la Pascua (Éxodo 12:1-28). Dios no solo liberó a los israelitas de Egipto, sino que también les ordenó conmemorar este evento cada año. Esta celebración anual servía como un recordatorio constante de la liberación de Dios y como herramienta para transmitir la fe a las generaciones futuras. En nuestra labor podemos crear monumentos y celebraciones similares. Esto puede tomar la forma de un diario de oraciones contestadas, testimonios compartidos regularmente o celebraciones anuales de los hitos alcanzados en nuestro ministerio. Estas prácticas no solo nos animan en tiempos difíciles, sino que también sirven como un testimonio para aquellos a quienes ministramos y para las futuras generaciones.
El mismo Dios que dirigió a Josué y el pueblo de Israel, está con nosotros hoy en el campo. Si nos acercamos a nuestros obstáculos preparados espiritualmente, con la misma fe audaz y dispuestos a contar el testimonio a las generaciones venideras, veremos milagros asombrosos. Hoy quiero animarte a identificar. ¿Cuál es ese obstáculo aparentemente imposible en la obra que Dios te encomendó? Ahora, da el paso de fe. Pon tus pies en las aguas turbulentas, obedece a Dios, prepárate espiritualmente, avanza con una confianza intrépida y prepárate para ser un testimonio poderoso. Recuerda que no es con nuestras propias fuerzas, sino que seremos testigos del poder de Dios que abre caminos donde no los hay.
Hoy te animo a que, así como los israelitas, pises sobre lo imposible y veas cómo Dios divide las aguas, abre el camino. Porque en nuestra vida cristiana, obedeciendo el llamado, cada día es una oportunidad para ver milagros y disfrutar la tierra que Dios tiene para nosotros y para aquellos a quienes servimos.
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Esta serie semanal titulada Su bendita Palabra me impulsa está diseñada para descubrir que el plan de Dios para ti es evidente desde el Génesis hasta el Apocalipsis.
Angel Guerrero.
Ministerio Palabra Viva.
Tema 22, lunes 09 de septiembre, 2024.
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